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Una cultura de resurrección

Publicado en Liderazgo de la iglesia

Durante mi niñez, el bautismo en agua era mayormente para los niños y adolecente de la iglesia y para el pródigo ocasional que regresaba. Yo me bauticé por inmersión a los once años, edad suficiente para saber que Jesús estaba en mi corazón. Sin embargo, no puedo decir que este fuera un momento muy significativo en mi peregrinaje de fe.

Nunca olvidaré la primera vez que vi un servicio de bautismos en la Iglesia Stone Creek (AD) en Urbana, Illinois. Era el año 1999, y durante el verano yo fui una becaria nueva. Lo que me impresionó no fue el esplendor del espacio. (Como no existía un bautisterio permanente, el personal usó un pequeño tanque portátil.) Lo que me impresionó fue la reacción de gozo absoluto.

Cada vez que una persona contaba su historia de fe, la banda tocaba. Después que el pastor decía: «Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo», y hundía a la persona debajo del agua, la congregación vitoreaba y aplaudía. Entonces el grupo de adoración cantaba una alabanza.

Aquello era poderoso. Me prometí que, si alguna vez yo llegaba a liderar una iglesia, esa sería la manera en que bautizaría.

No soy la única persona que ha tenido esta revelación. A lo largo del país, el bautismo y la Santa Cena están recibiendo un enfoque renovado.

Símbolos poderosos

El bautismo por inmersión puede servir de motivo para que haya un cambio personal en la vida de las personas a medida que ellos recuerdan y proclaman en público que están muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo (Romanos 6:1-4). También le recuerda a la iglesia el mandamiento de Dios: haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos y enseñándoles (Mateo 28:19-20).

La Santa Cena es un tiempo para participar e identificarse con el sacrificio de Cristo, proclamar su mensaje, recordar lo que hizo por nosotros en la cruz y anticipar su pronto regreso (Mateo 26:29; Lucas 22:16,19; 1 Corintios 10:16,17, 11:24,26).

Ambas ordenanzas (también llamadas sacramentos en otras tradiciones cristianas) de la iglesia llevan la atención a la muerte y resurrección de Jesucristo.

De alguna manera las ordenanzas nos incomodan. No parecen encajar bien con nuestras pulidas producciones semanales en la iglesia. Empapar a la gente, salpicar la alfombra con galones de agua. Un jugo de uva que representa la sangre. Tal vez a algunos les parezca absurdo. Puede ser difícil de explicar.

Pero estos símbolos nos recuerdan nuestras creencias más fundamentales. No debemos rehuir de estas porque nos incomoden. Las realidades que representan las ordenanzas deben sacudirnos de nuestras rutinas, captar nuestra atención e inspirar la adoración.

El bautismo y la Santa Cena en sí no ofrecen ningún poder salvador, sin embargo, son ritos públicos de identificación para aquellos que son creyentes. El bautismo es una demostración física de la muerte de nuestro antiguo yo y un nuevo nacimiento en Cristo que marca nuestra incorporación a la Iglesia, el cuerpo de Cristo (Gálatas 3:26-28; Efesios 4:5-6).

La Santa Cenan nos da una pausa para reflexionar en el sacrificio de Jesús. Es un momento para unirnos ya que une nuestro corazón en un acto de adoración y compañerismo alrededor de la mesa del Señor.

El hecho que estas prácticas sean simbólicas no significa que debemos descartar su importancia. Honramos nuestra bandera nacional y valoramos los anillos de boda por lo que estos representan. De la misma manera, las ordenanzas del bautismo y la Santa Cena llevan un peso significativo que no debemos pasar por alto.

¿Qué importancia tiene la práctica regular de estos símbolos? En las generaciones pasadas había una tácita comprensión de las Escrituras y los principios bíblicos. Hasta quienes no asistían a la iglesia tenían algunos conocimientos de los Diez Mandamientos y de otros pasajes de las Escrituras que se citan con frecuencia.

Ya hoy no podemos dar por sentado que la gente conozca la Biblia o que entienda lo céntrico que es la crucifixión y la resurrección para nuestra fe.

Incluso más, los mensajes de egocentrismo y narcisismo de nuestra cultura pueden desplazar el evangelio a no ser que continuamente señalemos la Cruz.

Pablo les dijo a los corintios: «Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado» (1 Corintios 2:1-2).

El bautismo y la Santa Cena en nuestros servicios ayudan a mantener el énfasis donde es necesario que esté: en la obra redentora de Jesús.

Nunca ha sido más importante para nosotros recordarle constantemente a la gente que Jesucristo es el fundamento de nuestra fe. Dar a los congregantes la oportunidad de experimentar la cruz a través de todos sus sentidos — vista, oído, tacto, gusto y olfato — refuerza su conexión con la fe.

Practicar con regularidad, en la iglesia local, las ordenanzas del bautismo y la Santa Cena, hará que se fomente con naturalidad una cultura de resurrección que mantendrá a Jesús en el centro de todo lo que hacemos.

Bautismo en agua

A lo largo del país, los pastores han estado insistiendo cada vez más en que el bautismo por inmersión es un tiempo para celebrar y destacar la Gran Comisión, como también para invitar a amistades y familiares a los servicios.

Las iglesias están encontrando maneras creativas de acentuar la importancia del bautismo. Algunas entregan camisetas que celebran el bautizo y que luego abren puertas para que estos nuevos creyentes hablen acerca de su decisión de seguir a Cristo en el bautismo. Otros usan videos de testimonios para ayudar a la gente a presentar su historia de salvación.

Un domingo con bautismos puede traer a muchos visitantes si la iglesia ayuda a los candidatos a propagar la noticia. Las tarjetas de invitaciones para amistades y familiares facilitan la invitación para que los seres queridos asistan. Así los visitantes pueden escuchar los testimonios de las vidas transformadas en Cristo.

A menudo, la necesidad hace que las iglesias portátiles sean creativas y conviertan estos programas en picnics de la iglesia y bauticen a la gente en una piscina, un lago o incluso en el océano. Algunos usan un abrevadero como un modern bautisterio que se puede guardar afuera y luego usarlo en el exterior o en el interior.

En la Iglesia Newhope (AD) en Puyallup, Washington, el bautismo es una parte importante en el proceso del discipulado. La iglesia celebra los servicios de bautizos cada dos meses en las cinco propiedades de Newhope. El proceso es diferente para cada grupo por edad, pero de acuerdo con el pastor principal, Jeffery Portmann, es importante que aquellos que estén considerando el bautismo comprendan lo que significa.

Las realidades que representan las ordenanzas deben sacudirnos de nuestras rutinas, captar nuestra atención e inspirar la adoración.

La iglesia recomienda la dedicación de niños menores de 8 años en vez del bautismo. Los niños mayores de 8 años que están en la escuela intermedia reciben las clases acompañados de sus padres. Ellos completan varios devocionales en familia antes de poder inscribirse para el bautismo. Los jovencitos de secundaria obtienen esta información en sus grupos pequeños, y los adultos completan una herramienta de autoaprendizaje.

Estos pasos ayudan a las personas a entender la importancia del bautismo para su fe mediante pasajes y enseñanzas de las Escrituras. Mientras el candidato trabaja en este proceso, la iglesia los relaciona con grupos pequeños. Los líderes también hacen un seguimiento de ellos después que se bautizan.

El bautismo puede ser evangélico, puede ser parte del proceso del discipulado y también puede ser espontáneo. Es hermoso ver los bautismos espontáneos de aquellos que sienten el llamado del Espíritu Santo a participar mientras observan a otros dar este paso importante en su peregrinaje de la fe.

Hay muchas maneras de incorporar un mayor énfasis en que los creyentes sigan en obediencia a Jesús al ser bautizados. Lo importante es proveer la oportunidad, brindar comprensión y convertirlo en una celebración especial.

Santa Cena

En contraste con la celebración del bautismo, la Santa Cena es un encuentro solemne con Dios. Cualquiera que haya experimentado la muerte de alguien cercano sabe que recordar es una experiencia solemne, no importa cuánta celebración tratemos de hacer.

En mi iglesia, Saints Community Church (AD) en Nueva Orleáns, comenzamos por ofrecer la Santa Cena semanalmente como una manera de relacionarnos con la experiencia de las personas de origen católico. Ahora, ocho años más tarde, la manera en que nuestra iglesia mantiene a Cristo en el centro ha impactado de una manera muy profunda. Es una sencilla manera de hablar todas las semanas acerca de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Es un llamado inherente al arrepentimiento y una afirmación visible de la fe.

¿Cómo funciona esto semanalmente? Después de la segunda canción, nos detenemos y damos una breve explicación e instrucciones. Las personas pasan al frente en silencio y allí nuestros líderes les sirven la copa y el pan. Luego regresan a sus asientos para recibir la Santa Cena en su momento. Pasamos un minuto o dos sin cantar, mientras que una guitarra acústica o un piano toca suavemente una música de fondo.

Como una líder de adoración, aprecio sinceramente estos momentos de quietud en los que soy una sencilla cristiana, relacionándome con Dios durante nuestro servicio. Considero que para muchas personas la vida está demasiado llena de ruidos. Es posible que para ellos este sea el momento de más quietud en la semana, durante el cual puedan abrir su corazón para escuchar a Dios.

Las iglesias también practican semanalmente la Santa Cena de otras maneras. Algunos colocan los elementos en el altar para que la gente pueda servirse durante la adoración. Otros tal vez no sirvan la Santa Cena los domingos por la mañana, pero la sirven con regularidad durante los servicios a mediados de semana.

En ocasiones recientes he visto que varias iglesias sirven la Santa Cena a familias o grupos que se reúnen alrededor de una mesa. Así experimentan la Santa Cena al compartirla con otros miembros del cuerpo de Cristo.

Semana tras semana, a lo largo del año, la práctica regular de la Santa Cena vuelve a orientar nuestros servicios a Jesús. El poder de su resurrección, el Domingo de Resurrección, impacta doblemente cuando nos detenemos a pensar qué significa vencer la muerte. En el Domingo de Pentecostés recordamos que el Espíritu Santo vino para que nosotros pudiésemos ser testigos de la historia de Jesús. Durante los días de celebraciones nacionales, las ordenanzas nos recuerdan la libertad espiritual que solo es posible en Jesús. En Navidad, el bautismo y la Santa Cena señalan la razón por la cual Jesús vino a nuestro mundo.

Con frecuencia los ministros me preguntan si servir la Santa Cena semanalmente disminuye su valor o la hace más rutinaria. Por el contrario, a mí personalmente me la ha hecho más significativa.

La práctica de la Santa Cena me atrae de la misma manera que me encanta levantar mis manos y cantar con todas mis fuerzas, o leer la Biblia de tapa a tapa cada año. Cada vez que recibo la copa y el pan pienso en el sufrimiento de Cristo. La práctica me desafía a responder a mis propios sufrimientos como Jesús respondió a la cruz.

Recordar cada siete días que Él, siendo un hombre inocente, sufrió una muerte violenta e injusta me ha dado una mayor compasión por los inocentes que sufren violencia. A medida que participamos en la Santa Cena, pienso en la iglesia perseguida, imposibilitada de adorar y cantar, pero capaz de partir el pan juntos.

Un viernes, hace poco, durante nuestros momentos de oración al mediodía me descubrí luchando para concentrarme en la oración. Los proyectos en los que trabajaba me consumían los pensamientos. No importó cuánto lo intentara, no podía concentrarme en la oración. Por fin, fui a la cocina de la iglesia y preparé la Santa Cena para los trece que estábamos durante la oración de ese día.

Serví a cada persona los elementos, uno por uno, mientras repetía la bendición que con regularidad decimos: «Esto representa la sangre que Cristo derramó por nosotros. Esto representa el cuerpo de Cristo, quebrantado por usted».

Este momento me alejó de los pensamientos frenéticos sobre las tareas y estrategias y me llevó al lugar donde Cristo quería encontrarme. Mis oraciones dejaron de ser una conversación conmigo misma concentrada en mi situación particular. En su lugar, le pedí a Jesús que me hiciera más semejante a Él. Lo que sucedió no fue algo mágico, fue sencillamente un recordatorio deliberado que llevó mi mente a estar en armonía con su Espíritu.

La Santa Cena me acerca más al corazón de Dios; sentir el abrazo de su sangre y su cuerpo me ayudan a opacar, durante un momento, las presiones y las distracciones propias del ministerio.

Centrado en Cristo

Si la gente recordara más nuestras iglesias por la experiencia, dones, bendiciones, producción, políticas, comunidad o autocuidado, quedaríamos lejos del objetivo. El pentecostés sin Jesús no es más que un misticismo. El pentecostés mediante Jesús es el mayor poder que ha existido en la historia para transformar la humanidad.

Una y otra vez debemos ofrecer el pan de vida, el cual es Cristo, y así reforzar el hecho de que Él es el fundamento de nuestra fe.

Creemos una cultura de resurrección, enfocada como un rayo láser en Jesús, ceñidos por la demostración del Espíritu Santo. El bautismo y la Santa Cena dan vida a mi pasaje favorito de la Biblia, Filipenses 3:10-11: «A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos».

Kristi Northup es pastora ejecutiva y líder de adoración en la Iglesia Saints Community (AD) en Nueva Orleáns, donde lidera junto a su esposo, Wayne. Ella es directora de CMN Women y escribe con regularidad una columna para la revista Influencemagazine.com.

Este artículo apareció originalmente en la edición marzo/abril 2020 de la revista Influence.

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